Una historia de amor en medio al prejuicio. Con un guión original, inspirado en una historia real, que fue nominado al Oscar, conocemos un shock cultural muy divertido. Los años pasan pero la vida de los inmigrantes de Oriente Medio sigue siendo complicada en Estados Unidos y la película trata de este tema de una manera ligera y bien humorada.
Basada en la obra teatral de George Axelrod (quien también coescribe el guion fílmico), esta película bien podría ser el clásico más emblemático en la enorme filmografía del director Billy Wilder, lo que ya es decir de alguien que dirigió Una Eva y dos Adanes (Some Like it Hot), Piso de soltero (The Apartment) y El ocaso de una vida (Sunset Boulevard). La comezón del séptimo año (The Seven Year Itch) sigue a un hombre que, lejos de su esposa e hijo por un tiempo prolongado, comienza a coquetear con el prospecto de la infidelidad, y es sumamente tentado por una hermosa actriz y modelo que se hospeda en su edificio (Marilyn Monroe). Filmada y estrenada en un tiempo en que estaba prohibido mostrar dichas temáticas abiertamente en el cine debido al “Código Hays”, ‘La comezón del séptimo año’ es uno de los grandes ejemplos de cómo Wilder y otros directores lograron ingeniárselas para llevar dichas temáticas a la pantalla grande por medio de imágenes y diálogos sugerentes, nunca explícitos, jugando con sutiles dobles sentidos. El resultado es una insuperable comedia romántica cargada de ingenio que, además, contiene una de las imágenes más icónicas del siglo XX: la de Marilyn Manson en su vestido blanco, con la falda levantada por la boca de aire del metro, misma que la catapultó a condición de leyenda.
La imagen del joven e incómodo Dustin Hoffman ante la pierna de Anne Bancroft es una de las más icónicas en la historia del séptimo arte, y proviene de esta película. El graduado es un producto de la convulsión contracultural del Nuevo Hollywood de los años sesenta –influenciada por la Nueva Ola Francesa–, y es un perfecto reflejo del desencanto que la generación de jóvenes de ese tiempo sentía sobre su porvenir (la escena del buzo, otra joya por sí misma, es una gran metáfora de ello). Un filme esencial que lanzó a Hoffman y Bancroft al firmamento del cine.