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Crítica de 'Golda': ópticas simplistas
‘Golda’ tiene momentos de brillante tensión cinematográfica, pero se pierden en un relato que simplifica su complicado contexto histórico. Checa la crítica.
Lalo Ortega | 01/09/2023 a las 16:34 - Actualizado el: 12/09/2023 a las 17:10
Siempre que se aborda la vida de un personaje histórico para adaptarla al cine, vienen los problemas de las licencias dramáticas. En resumidas cuentas: la fidelidad –y complejidad– histórica no siempre atrapa y entretiene. Con el caso de Golda –en cines de México a partir del 7 de septiembre–, cabe cuestionar qué tan lejos es válido llevar esas licencias, al punto de convertirlas en omisiones.
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Después de todo, la película dirigida por Guy Nattiv (Cabeza rapada) aborda a una de las figuras políticas más controvertidas del siglo XX, durante el que fue, quizá, el periodo que condenó su carrera como Primera Ministra de Israel.
Aunque la dirección de Nattiv es efectiva en transmitir las terribles presiones psicológicas de la guerra para su protagonista, parte de un guión escrito por Nicholas Martin (Florence: La mejor peor de todas) que presenta una visión simplista y unilateral de los acontecimientos.
La culpa del poder
La narrativa de Golda es enmarcada por el testimonio de la Primera Ministra (interpretada por Helen Mirren bajo polémicas capas de maquillaje) ante la Comisión Agranat, que investigaba las razones por las que el ejército israelí fue sorprendido por ataques de Egipto y Siria, que dieron inicio a la que sería la Guerra del Yom Kippur.
Así, damos un salto en el tiempo al día antes del fatídico ataque, con Meir recibiendo el informe de inteligencia que aseguraba la inminencia del ataque. Por otro lado, están los miembros escépticos de su gabinete que dudaban de un ataque en pleno Yom Kipur. La Primera Ministra, considerando el costo político de atacar primero, decide tomar tibias medidas preventivas. Como quedó en la historia, la sorpresa tuvo un enorme costo humano para Israel y para la posición política de Meir.

Golda se desarrolla a lo largo de los días que duró la guerra, detallando las tensiones y decisiones al interior del gabinete de la protagonista y, sobre todo, las complicadas negociaciones de la ministra para obtener apoyo del Secretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger (Liev Schreiber), con el país norteamericano golpeado por Watergate.
Cabe señalar que, a pesar de la brutalidad y el devastador costo en vidas humanas que tuvo la guerra –sobre todo en sus primeros días–, nunca vemos un conflicto armado en pantalla. No aparece jamás un soldado herido ni vemos, de cerca, armamento provocando destrucción ni muertes. Todo es a la distancia: desde un helicóptero que sobrevuela una zona de conflicto, o desde el centro de mando militar, a través de transmisiones de radio. Se resalta la distancia entre quienes salen a ofrecer sus vidas y quienes los comandan a hacerlo.
Sin embargo, un aspecto brillante de la película de Nattiv es su capacidad de evocar los horrores de la guerra a través del puro sonido, intercalado con breves y abstractos vistazos a imágenes de archivo.
Es esta decisión estética la que acentúa lo que el guión y la actuación de Mirren ya sugieren: un profundo sentido de responsabilidad y culpa por enviar a tantos israelíes a una muerte segura. Estrictamente en ese sentido, y al menos bajo la óptica de quien escribe, Golda sí logra lo que, entorpecida por su innecesaria verborrea, Oppenheimer no consigue: nos muestra a un personaje en una situación moral imposible, y nos hace sentir el peso de decisiones de las que dependen miles de vidas humanas.

El impacto del personaje sería todavía mayor si la película nos brindase más detalles –fuera de algunos diálogos– sobre quién era ella antes del conflicto (Meir tenía 75 años cuando fungió como Primera Ministra). Limitada por el periodo de la guerra y sus consecuencias, sin embargo, Golda no nos deja conocer a su protagonista más allá de su cargo político y las terribles decisiones –y enfermedad– que arrastró durante ese tiempo.
No es la única limitación de la producción, ni la más crucial.
Clases (unilaterales) de historia
La mayor carencia en el guión de Martin y en la dirección de Nattiv, es que ofrecen una visión en extremo simplista del conflicto, sus matices y complicados intereses internacionales en juego.
Más allá de algunas líneas de diálogo que establecen el odio de Meir hacia los cosacos –y, por extensión, la Unión Soviética–, toda complejidad es simplemente obviada. El discurso de Golda parte de una dicotomía simplista de “nosotros los buenos, ellos los malos”, sin siquiera contextualizar –ya ni siquiera cuestionar– la posición de Israel y sus aliados en el conflicto árabe-israelí.
Lo cual sirve al propósito de hacernos simpatizar con esta versión dramatizada de Golda Meir, al menos de una manera superficial. Pero, vista en estos términos simplistas, la película de Nattiv acaba rayando en la propaganda, muy a pesar de sus momentos de genio audiovisual.
Golda llega a salas de cine de México el 7 de septiembre. Entra aquí para saber más.


Lalo Ortega es crítico de cine. Ha escrito para publicaciones como EMPIRE en español, Cine PREMIERE, La Estatuilla y más. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.

Lalo Ortega es crítico de cine. Ha escrito para publicaciones como EMPIRE en español, Cine PREMIERE, La Estatuilla y más. Actualmente es editor en jefe de Filmelier.
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