Crítica: ‘Un lugar en silencio: Día uno’ y el Twinkie de Woody Harrelson Crítica: ‘Un lugar en silencio: Día uno’ y el Twinkie de Woody Harrelson

Crítica: ‘Un lugar en silencio: Día uno’ y el Twinkie de Woody Harrelson

‘Un lugar en silencio: Día uno’ lleva la franquicia en una dirección diferente, pero resulta como tantas otras películas apocalípticas. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
27 junio, 2024 2:35 PM
- Actualizado 1 julio, 2024 12:20 PM

Cada cierto tiempo, el cine de género hollywoodense trae alguna buena sorpresa, como lo fue la primera Un lugar en silencio en 2018. Inevitablemente, la maquinaria acaba por colocarle la etiqueta de “franquicia”, y comienza a producir secuelas, precuelas y spin-offs, con menguantes resultados. Así, llega Un lugar en silencio: Día uno, tercera entrega de la franquicia y primera precuela, a salas de cine mexicanas este 27 de junio.

Considerando lo cansada que resultó la –hasta ahora– única secuela de la entrega original, no podría culparse a nadie por esperar poco (o francamente nada) de una historia de origen. Ha sido una grata sorpresa, entonces, descubrir que el director y guionista Michael Sarnoski (Pig), en reemplazo del creador John Krasinski, logra llevar este mundo devastado por depredadores alienígenas ultrasónicos en direcciones de las que puede extraer emoción, si bien no son nada novedosas.

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En el camino acaba cayendo en varios clichés, sin duda. Un lugar en silencio: Día uno no encuentra el hilo negro de las películas apocalípticas. Lo que sí encuentra es humanidad en una fórmula que ya parecía cansada en la segunda entrega.

Día uno es una película “anti-Un lugar en silencio

Un lugar en silencio: Día uno funciona porque, en esencia, funciona en sentido contrario a sus predecesoras. Éstas se situaban bastante tiempo después de que la invasión alienígena ha diezmado a la mayor parte de la humanidad. Los protagonistas eran los Abbott, una familia que ha encontrado una meticulosa metodología para ocultarse de los invasores y sobrevivir en una remota granja.

Eran películas, por su naturaleza, “pequeñas” (la primera, sobre todo). Un puñado de personajes, unos cuantos escenarios y, dada su naturaleza, casi nada de diálogos. Las situaciones de peligro se limitaban a un suspenso casi claustrofóbico, con los protagonistas enfrentándose a los alienígenas en casa.

Un lugar en silencio: Día uno
Día uno asume que ya conocemos las reglas de la franquicia: hacer ruido es una sentencia de muerte (Crédito: Paramount Pictures)

Sin embargo, también tenía una faceta esperanzadora: en medio del fin del mundo mismo, una familia ha encontrado la manera de seguir adelante. De la noche a la mañana, lo que era percibido como una discapacidad se volvió un método de supervivencia: la sordera y el lenguaje de señas para comunicarse. Sin embargo, este contexto es demasiado limitado para mantener el interés en nuevas historias, como acabó demostrando la inevitable secuela.

Si bien no expande la mitología de la historia (la invasión alienígena permanece sin explicación), Un lugar en silencio: Día uno opta, sabiamente, por ser la completa antítesis de las otras dos películas. Como el título ya revela, todo sucede durante el “inicio del fin”, en pleno corazón de Nueva York, tan ruidosa y poblada como puede ser una gran urbe.

Dado el contexto, la precuela es el caldo de cultivo para inclinarse más hacia la acción más propia de una película de desastres: es, curiosamente, más cercana a los territorios de Godzilla o Día de la independencia, con todo y la devastación casi pornográfica de la ciudad más emblemática de los Estados Unidos.

Y en términos generales, Día uno funciona como tantas otras películas apocalípticas: ante el desastre, el caos y una fuerza invasora implacable, está la humanidad intentando sobrevivir. Hay persecuciones, escenas de suspenso y algunos huecos de lógica –las bestias pueden escuchar un ruido mínimo a kilómetros, pero no a un humano trepando una viga a un lado– y una edición tramposa para resolver o explicar, de manera perezosa, ciertos acontecimientos. Sin embargo, en esta faceta, logra ser emocionante.

El punto más fuerte de Un lugar en silencio: Día uno, sin embargo, está en sus protagonistas y su drama personal, que también no podría ser más diferente a la esperanzadora familia Abbott.

“Disfruta de las cosas pequeñas”

El corazón de la historia es la siempre excelente Lupita Nyong’o (Pantera negra) como Sam, una mujer que padece cáncer terminal y que está enojada con la vida. Lo único que le interesa es su gato de terapia, Frodo, y comer pizza en las raras ocasiones que puede salir del hospicio donde pasa sus últimos días de vida. El completo opuesto de la esperanzada familia de las primeras películas –y, salvo el personaje de Djimon Hounsou, sin conexiones innecesarias a ellas.

Sam es, en pocas palabras, una persona que no tiene nada más que esperar de la vida que la propia muerte. El resto del mundo, luego de la devastadora invasión alienígena, sólo la está alcanzando en su trágica realidad.

Cuando no hay nada que perder y se pierde todo el sentido de la existencia (usualmente artificial y meticulosamente proporcionado por el orden social establecido), las prioridades se acomodan. Si la muerte está a la vuelta de la esquina, a un error de distancia, la felicidad aparece en las cosas mundanas.

Un lugar en silencio: Día uno
El corazón de Un lugar en silencio: Día uno está en Lupita Nyong’o y Joseph Quinn (Crédito: Paramount Pictures)

Es la misma lección que la ya clásica Tierra de zombies emplea para fines tan cómicos como conmovedores con la incansable búsqueda de Tallahassee (Woody Harrelson) por el último pastelito Twinkie del planeta (“disfruta las cosas pequeñas”). Un lugar en silencio: Día uno le da un giro sorprendentemente existencial: Sam está determinada a comer la última rebanada de pizza en Harlem, la cosa que más disfruta en su vida, incluso si le cuesta el poco tiempo que le queda en la Tierra.

La única persona en su camino será Eric (Joseph Quinn, Eddie en Stranger Things), un desamparado estudiante que queda atrapado en Nueva York, solo, cuando todo se va al traste. Ambos personajes conectan en su fragilidad y se transforman el uno al otro, desde sus vulnerabilidades, durante el viaje.

Debajo de una gruesa superficie de terror, desastres y acción, Un lugar en silencio: Día uno es más un drama existencial, con actuaciones sorprendentemente emotivas. Es una historia de seres humanos luchando por lo que los vuelve, precisamente, humanos: la comunicación, la emoción, la música, la vida misma, con todo su barullo y caos.

Si tan solo esos estúpidos aliens dejaran de interrumpir cada cinco minutos…

Un lugar en silencio: Día uno ya está en cartelera. Compra tus boletos para verla en cines.