Crítica de ‘Inmaculada’: Sydney Sweeney subvierte el nunsploitation Crítica de ‘Inmaculada’: Sydney Sweeney subvierte el nunsploitation

Crítica de ‘Inmaculada’: Sydney Sweeney subvierte el nunsploitation

Aunque la propia Sydney Sweeney es irregular, ‘Inmaculada’ propone ideas interesantes dentro del subgénero nunsploitation. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
30 mayo, 2024 4:58 PM
- Actualizado 6 junio, 2024 7:28 PM

El nunsploitation, ilustre subgénero del cine de explotación protagonizado por monjas en tramas transgresoras con dosis de violencia, sexo y blasfemias más altas que las de cualquier tabloide, siempre será tan polémico y espinoso como llamativo. Con este contexto, Inmaculada (Immaculate), película protagonizada y producida por Sydney Sweeney que llega a cines de México este 30 de mayo, podría percibirse como un esfuerzo no tan arriesgado, al menos en un inicio.

Y, para ser claros, no se siente como una película del todo transgresora –ni propiamente del nunsploitation– por buena parte de su metraje, pues el guión de Andrew Lobel pasa bastante de su extensión colocando las piezas para su desenlace.

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Sin embargo, cabe recordar, la sexualidad y la sangre en los contextos religiosos de este cine profano tiene por objetivo, en sus mejores casos, exponer, criticar y condenar las hipocresías, abusos y corrupción de las organizaciones religiosas –la iglesia católica, en específico.

Dicho lo anterior, Inmaculada no alcanza los niveles de sacrilegio audiovisual descarado de, por ejemplo, Los demonios de Ken Russell –quizá el mayor exponente de este subgénero. Esta película, dirigida por Michael Mohan (Los voyeristas) toma caminos más moderados, pero alineados al discurso que propone con su desenlace.

¡Ave María purísima!

Situada en una época cerca de la actual, pero no del todo esclarecida, Inmaculada sigue a una joven novicia estadounidense, Cecilia (Sweeney), quien se ha vuelto devota luego de salvarse de morir ahogada bajo el hielo. Ella cree que Dios la ha salvado por un motivo y, con la intención de averiguar cuál, acepta ir a vivir a un convento en Italia, que funciona como asilo para monjas ancianas en sus últimos días.

Al llegar, su estancia resulta incómoda, y no sólo por la barrera del idioma. La hermana Isabelle (Giulia Heathfield) actúa con una hostilidad inmerecida hacia ella. Hace amistad con la hermana Gwen (Benedetta Porcaroli), quien no parece feliz con seguir las reglas. El comportamiento de las monjas ancianas, claramente con demencia senil, la perturba. Nota, en el pie de una de ellas, una cicatriz con una marca inusual.

Sin embargo, el padre Tedeschi (Álvaro Morte, de La casa de papel) intenta hacerla sentir bienvenida: habla con ella sobre su pasado y sobre una valiosa reliquia del convento. Pero las cosas comienzan a ir mal poco después: luego de una pesadilla –Lobel claramente se inspira en El bebé de Rosemary–, Cecilia empieza a mostrar síntomas de estar embarazada, sin haber sido tocada por un hombre en su vida.

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Álvaro Morte en Inmaculada
Fuerzas religiosas –masculinas y patriarcales– someten a la protagonista de Inmaculada (Crédito: Diamond Films)

En adelante, el mundo alrededor de Cecilia  –y el propio guión de Inmaculada– no ha de preocuparse por dar una explicación plausible para lo sucedido. Los personajes dan por hecho que el embarazo es un milagro, y la joven es ungida como una nueva virgen María. Hasta que, claro, hay sospechas de que algo más siniestro está en juego.

En el camino a la gran revelación, la película de Mohan es irregular: el guión apuesta en no pocas instancias por la simple conmoción, no siempre justificada ni con un aporte a la narrativa. Es una producción notablemente conservadora en el apartado visual, y Sydney Sweeney no parece capaz de quitarse el sonsonete de cali girl ni aunque su vida dependiera de ello.

Y lo dicho: por gran parte del metraje, y en comparación con películas recientes como Benedetta, los aficionados del nunsploitation en su forma más escandalosa y provocativa podrían sentirse decepcionados por la escasez de blasfemias visuales y sonoras de carácter sexual (aunque la violencia viene en dosis tan saludables como explícitas).

Algunos podrían llegar a pensar que la selectividad en la desnudez y en la violencia sexual es una falta de incisividad, vista en otros buenos exponentes del subgénero. Pero es todo lo contrario: se trata de una decisión que se alínea con la política de Inmaculada, con los valores que denuncia y cómo se les representa.

Sin pecado concebido

El cine –y el arte, en general– suele reaccionar a la realidad política y social de su contexto. Aunque fue concebida (perdón) hace casi una década (y no como una película de monjas, según Lobel), no es casual que Inmaculada se haya convertido en lo que es y estrenado el mismo año que La primera profecía, otra película con una trama y temática muy similares: ambas producciones hablan de mujeres que son sometidas por la iglesia a embarazos y partos horripilantes, cuyos productos han de servir a los fines políticos de la organización religiosa.

Sydney Sweeney en Inmaculada (Immaculate)
Inmaculada busca caminos distintos a las típicas películas del nunsploitation (Crédito: Diamond Films)

Esto, sobra decirlo, enmarcado por una época en la que los derechos reproductivos de la mujer están sobre la mesa como fichas políticas para gobiernos de ultraderecha en varias partes del mundo, escudándose en los “valores tradicionales” o “en el nombre de Dios” (y en específico, en Estados Unidos con la anulación del caso Roe contra Wade en 2022, y la subsecuente ilegalización del aborto en varias de sus entidades).

Para no entrar en detalles, basta con decir que, con su desenlace, Inmaculada toma una postura más radical que la de su película hermana respecto a las representaciones cinematográficas de la feminidad –y la maternidad, para el caso– ante los valores cristianos representados por las fuerzas antagónicas de estas películas. Sólo puede describirse como un rechazo total y radical.

Y en este rechazo, también hay un replanteamiento de la estética del nunsploitation, y de la propia explotación del cuerpo femenino para hacer una crítica al poder –un medio para un fin. Ken Russell podrá haber sido más radical en su estética blasfema, un auténtico ataque a los sentidos que escandalizó al público de su época. Pero algo sin duda valioso de Inmaculada es plantear otra vía para la crítica y la denuncia del poder, desde representaciones de lo femenino, que busca limitar y condicionar las libertades de su género.

Inmaculada ya está en cartelera. Compra tus boletos para verla en cines.