Crítica de ‘House of the Dragon’: Episodio 4 de la 2ª temporada eleva la tensión con la primera gran batalla
El cuarto episodio de la segunda temporada de La casa del dragón (House of the Dragon) finalmente cumple con lo prometido, marcando el inicio oficial de la Danza de los Dragones. Dirigido por Alan Taylor, conocido por su trabajo en otros episodios aclamados de Game of Thrones, el capítulo se destaca por escenas de acción intensas y la presencia imponente de los dragones.
Atención: el texto siguiente contiene spoilers del episodio 4 de la segunda temporada de House of the Dragon. El spin-off de Game of Thrones no decepciona al presentar la primera gran batalla entre los Verdes y los Negros. El cuarto episodio de la segunda temporada de House of the Dragon es dirigido por Alan Taylor, y es un hito en la serie, ofreciendo escenas de acción espectaculares y una dirección que eleva la tensión de la narrativa.
La Batalla de Rook’s Rest
La batalla de Rook’s Rest es el punto culminante de este episodio, con una coreografía de combate que no deja nada que desear. La dirección de Taylor brilla al capturar la grandiosidad y brutalidad de la guerra, con escenas aéreas de los dragones que son impresionantes. Vhagar, montado por Aemond, y Meleys, de Rhaenys, ofrecen un espectáculo visual que recuerda a las mejores secuencias de acción de Game of Thrones.
Conocido por dirigir episodios aclamados de Game of Thrones, como Más allá del muro, así como el primer capítulo de la segunda temporada de House of the Dragon, Alan Taylor regresa con su estilo característico, combinando escenas de acción épicas con momentos de tensión dramática. Su habilidad para crear una atmósfera cargada de emoción es evidente, especialmente en las escenas en que los dragones dominan el cielo. Taylor equilibra perfectamente la grandiosidad de la batalla con los momentos más íntimos de los personajes, proporcionando una experiencia completa para el público. El director demuestra una vez más su habilidad para dirigir episodios de gran escala, trayendo una dirección precisa e impactante. Logra equilibrar la acción con momentos de desarrollo de personajes, asegurando que cada escena tenga peso emocional. Su dirección mantiene el ritmo del episodio dinámico y envolvente, sin perder el foco en la narrativa central.
Se puede notar la emoción de Rhaenys (Eve Best) al montar a Meleys por última vez, al mismo tiempo que se percibe el miedo y la confusión de los soldados que luchan por ambos lados, especialmente Ser Criston Cole. Su intérprete, Fabien Frankel, ofrece lo mejor de un hombre que quiere probar su valor, pero que ascendió al poder por medios cuestionables y es odiado por sus iguales. Como es común en el universo de Game of Thrones, el giro es sorprendente: mientras esperamos la carta bajo la manga con la llegada de Aemond y su dragón, es la entrada de Aegon II (Tom Glynn-Carney) –borracho y frustrado– la que promete un nuevo escalón en la escalera de la Danza de los Dragones.
Actuaciones dignas de los personajes
Otra escena destacada es el intercambio entre Olivia Cooke como Alicent y Tom Glynn-Carney como Aegon, un joven elevado a rey que no sabe cuál es su lugar, ni cómo pedir consejos, como ocurría con Joffrey en Game of Thrones. Se percibe, una vez más, que Viserys quería que Rhaenyra reinara, al fin y al cabo. Matt Smith, como Daemon, también roba la escena con su característico sarcasmo al interactuar con nuevos reclutas para su ejército, añadiendo capas de complejidad a su personaje.
Este episodio marca el verdadero inicio de la guerra civil en Westeros. Las estrategias de Daemon en Harrenhal, combinadas con la decisión de Rhaenyra de enviar sus dragones a la batalla, muestran que no hay marcha atrás. La acción es constante y el ritmo del episodio mantiene al espectador al borde del asiento de principio a fin.
Periodista especializada en cine, series y cultura pop desde hace 8 años, Vitória Pratini ha escrito para AdoroCinema, IGN Brasil, Terra y MSN. Actualmente, es estratega de contenido y redactora para Filmelier.