Crítica de ‘Caminos cruzados’: cruces, tránsitos y transiciones Crítica de ‘Caminos cruzados’: cruces, tránsitos y transiciones

Crítica de ‘Caminos cruzados’: cruces, tránsitos y transiciones

Entre road movie y misterio, ‘Caminos cruzados’ explora cuestiones como la culpa, la reconciliación y la aceptación. Checa la crítica.

Lalo Ortega   |  
10 julio, 2024 6:15 PM
- Actualizado 15 julio, 2024 12:48 PM

Ni el turco ni el georgiano hacen distinción del género gramatical, anuncia como epígrafe Caminos cruzados, nueva película del sueco Levan Akin (Al final bailamos) que llega a salas de cine el 11 de julio. Pero hay otra sorpresa lingüística escondida en su título o, mejor dicho, en sus variantes por idioma que sugieren lecturas múltiples, fluidas, como la identidad del personaje en el corazón de su misterio.

Donde el español nos sugiere el cruce de caminos, o de destinos, entre personajes, su título internacional en inglés, Crossing, alude al acto de moverse de un lado –físico, geográfico, o metafóricamente espiritual o psicológico– a otro. En su original turco, cobra otro sentido: Geçiş, según lo que este hispanohablante pudo averiguar, se traduce como tránsito o, más específicamente, transición.

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En conjunto, todas estas interpretaciones son, en esencia, el esqueleto de una road movie: el viaje geográfico de los personajes supone una transformación interior. Así es, al menos de inicio, como está estructurada la película escrita y dirigida por Akin, premiada con un Teddy –el galardón que reconoce al cine queer– en el Festival de Berlín 2024.

Caminos cruzados comienza con Lia (Mzia Arabuli), una maestra retirada que busca, en Georgia, a su sobrina perdida, Tekla, una chica trans que fue rechazada por su familia cuando hizo su transición. Traerla a casa es la última voluntad de la hermana de Lia, la recién fallecida madre de Tekla.

Su camino se cruza con el de Achi (Lucas Kankava), un joven oprimido en casa por un hermano mayor abusivo. Él afirma conocer a Tekla y que ella dijo que se iría a Turquía. Lia está decidida a encontrarla y Achi se ofrece como su traductor para huir de casa. Juntos viajarán por el Mar Negro para cruzar de Georgia a Turquía para buscar a Tekla en Estambul, donde sus caminos se cruzarán con varios personajes que habrán de cambiar sus vidas.

Caminos cruzados (y perdidos)

Lo ya mencionado es que Caminos cruzados no sólo opera dentro de las convenciones de la road movie, sino que también lo hace dentro del misterio. Lia y Achi transitan por las calles de Estambul para encontrar a Tekla, y las respuestas les eluden. La tía sólo descubre que su sobrina, al parecer, ha recurrido al trabajo sexual para subsistir en la ciudad.

Caminos cruzados (Crossing)
Pasado y presente conviven, incómodos, en Caminos cruzados (Crédito: MUBI)

Akin también alude a varios misterios sobre sus personajes, y que sólo son revelados por los cruces –y choques– entre ellos mismos. La perspectiva conservadora y nacionalista de Lia contrasta con la de Achi, quien no encuentra prospectos para el futuro. Ella habla sobre un pasado donde las mujeres georgianas eran elegantes y sofisticadas. Él sólo quiere una posibilidad de vivir donde los viejos valores soviéticos no le respiren en el cuello.

En esta brecha de generación, de perspectiva y hasta de género, los rumbos de Caminos cruzados divergen, se separan, enredan y confunden. Es aquí donde la ciudad de Estambul misma comienza a cobrar protagonismo.

La dirección de fotografía de Lisabi Fridell hace de la ciudad turca un laberinto opresivo: los edificios, unos de urbanidad moderna y otros convertidos en derruidas antigüedades, mezclan el pasado y el presente. Sus calles serpenteantes y precarias, los aíslan y devoran, expresando la vulnerabilidad de las que todos ellos, los demás en el entorno –y sobre todo personas como Tekla, discriminadas por sus identidades– pueden ser sujetos.

Largo viaje hacia la nada

Puede sonar pesimista, pero no lo es. Levan Akin logra encontrar esperanza en Caminos cruzados, comenzando con este sincretismo del pasado y el presente. El director también nos presenta a una tercera protagonista, Evrim (Deniz Dumanlı), una mujer trans que ha logrado transicionar, crecer y reafirmarse en Estambul. Ella es la luz de la posibilidad: representa todo lo que Tekla podría ser (o haber sido), si tan solo las personas a su alrededor la hubieran aceptado y apoyado.

Caminos cruzados (Crossing)
Hay esperanza en Caminos cruzados… pero no es para todos (Crédito: MUBI)

Evrim encarna una esperanza con el agridulce sabor de la melancolía. La bondad puede triunfar, seguro, pero no siempre lo consigue. El tránsito de Lia y Achi es hacia otros sitios, de compasión y entendimiento, pero sus destinos finales son condenados a quedar ambiguos.

Los cruces de sus andares cambian sus perspectivas, los encaminan hacia nuevas posibilidades. Caminos cruzados nos plantea una fábula de corazones atrapados entre el pasado y el futuro, lo que fue y lo que puede ser si nos abrimos al amor, la compasión y la aceptación sincera, lejos de las motivaciones de la culpa.

Todo esto, claro está, mientras no sea demasiado tarde. Para algunos, quizá sea mejor que permanezca la incertidumbre.

Caminos cruzados llega a la cartelera el 11 de julio, y a MUBI en agosto. Compra tus boletos para verla en cines.